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ARTÍCULOS: BIBLIA 

Los Diez Mandamientos de Dios


Los Diez Mandamientos de Dios

¡TU NO DEBERÁS COMETER ADULTERIO!

Sexto mandamiento

Ya el hecho de existir otro mandamiento que dice: “¡No te dejarás codiciar la mujer de tu prójimo!” demuestra cuán poco este sexto mandamiento tiene relación con aquello que la ley terrena establece al respecto.

“Tu no deberás cometer adulterio”, puede también significar: “¡Tu no deberás destruir la paz de un matrimonio!” Es natural que por paz también se entienda armonía. Esto condiciona al mismo tiempo cómo, además, un matrimonio debe ser constituido; pues donde nada existe para romper o perturbar, tampoco el mandamiento tiene validad, lo cual no se orienta por conceptos y determinaciones terrenas, pero sí según la voluntad divina.

Un matrimonio existe, pues, solamente donde paz y armonía imperan como algo natural. Donde uno busca siempre solamente vivir para el otro y le proporcionar alegría. ¡Se excluyen con eso, ya, completamente y para siempre, la unilateralidad y el tan engañador tedio mortífero, así como el peligroso deseo por distracción o la ilusión de no ser comprendido! ¡Los instrumentos mortíferos para toda felicidad! ¡Justamente esos males ni pueden surgir en un verdadero matrimonio, en lo cual uno vive realmente para el otro, pues el no querer ser comprendido y también el deseo por distracción son solamente los frutos de un egoísmo evidente, que busca vivir solamente para si y no para el otro!

En un verdadero amor de las almas, sin embargo, el mutuo alegre renunciar a si propio se torna algo completamente natural y así, recíprocamente, queda también totalmente excluido que una de las partes resulte perjudicada. ¡A condición de que también el nivel de cultura de los que se unen no presente demasiada disparidad!

Esta es una condición, que la ley de atracción de igual especie en el gran Universo exige, la cual habrá que ser cumplida, si la felicidad deba ser completa.

Donde, sin embargo, no se encuentra la paz, no la armonía, el matrimonio no merece ser llamado de matrimonio; pues entonces él tampoco lo es, siendo solamente un vinculo terreno, que ante Dios no tiene ningún valor, y que, por eso, tampoco puede traer bendiciones en aquello sentido, como es de esperarse en un verdadero matrimonio.

¡En el sexto mandamiento, por lo tanto, el matrimonio verdadero es, de acuerdo con la voluntad de Dios, severa condición básica! Otro tipo de matrimonio no desfruta de protección. ¡Pero ay de aquel que osa perturbar un matrimonio verdadero, sea como sea! ¡Pues el triunfo que juzga obtener aquí en la Tierra lo espera en la materia fina de una forma enteramente diversa! Con pavor, a él le gustaría huir de ésta a tener que ingresar en el reino, donde ésta lo espera.

¡Un adulterio, en el más amplio sentido, ya existe ahí, donde hay el intento de separar dos personas que de hecho se aman anímicamente, como muchas veces lo hacen los padres, a los cuales una u otra circunstancia terrena no es de su agrado! ¡Y ay también de la mujer, ay de un hombre, sea joven o viejo, que, movidos por la envidia o por motivos fútiles, siembren deliberadamente discordia o hasta la ruptura entre una tal pareja! ¡El amor puro entre dos personas deberá ser sagrado para cada persona, deberá ser objeto de respeto y consideración, pero no de codicia! ¡Pues está bajo la protección de la voluntad de Dios!

Si, sin embargo, un tal sentimiento de codicia impura intente surgir, deberá el ser humano alijarse y solamente mirar con ojos límpidos para aquellas personas que todavía no se han unido anímicamente a nadie.

¡Si busca con seriedad y paciencia, encontrará incondicionalmente una persona que con él combine en el sentido deseado por Dios, con la cual entonces también se tornará feliz, sin sobrecargarse con una culpa, que jamás pueda traer o proporcionar felicidad!

¡El gran error de esas personas es, muchas veces, que se empeñan en seguir un impulso de sentimiento inicialmente siempre débil, reteniéndolo a fuerza y cultivándolo artificialmente en su fantasía, hasta que, volviéndose fuerte, les llenen y, martirizando, también induce al pecado! ¡Miles de espíritus humanos no tuvieran que perderse, si solamente prestasen atención siempre para el inicio de eso, que, cuando no viene de cálculos del intelecto, es meramente fruto de relaciones amorosas indignas de seres humanos, los cuales, por su vez, tienen su origen en funestas costumbres de la vida familiar terrena y, principalmente, de la vida social! ¡Precisamente éstos son frecuentemente los verdaderos mercados casamenteros, en nada más limpios que el trafico sin disfraces de esclavos en el Oriente! En eso reside una incubadora para los germenes del adulterio.

¡Vosotros, padres, tened cuidado para que no os volváis culpados del crimen de adulterio para con vuestros hijos, a causa de cálculos demasiadamente intelectivos! ¡Innumerosos ya se han enmarañado en eso! ¡Mucho costará a vosotros para libertaros nuevamente de eso! ¡Vosotros, hijos, tened cuidado para que no os volváis acaso instrumentos de discordia entre vuestros padres, o también seréis culpados de adulterio! Reflexionad bien sobre eso. ¡En caso contrario, os volveréis enemigos de vuestro Dios, y no hay siquiera uno de estos enemigos que por fin no haya que perecer con sufrimientos indecibles, sin que Dios mueva un dedo para tanto! Jamás deberás destruir la paz y la armonía entre dos seres humanos.

Martilla eso en ti, para que te sirva siempre de advertencia ante el ojo de tu alma.—



¡Quien no se esfuerza para comprender bien la Palabra del Señor, se torna culpado! 



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