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ARTÍCULOS: BIBLIA 

Los Diez Mandamientos de Dios


Los Diez Mandamientos de Dios

¡No te dejarás codiciar la mujer de tu prójimo!

Noveno mandamiento

¡Este mandamiento es dirigido de modo severo y claro directamente contra los impulsos animales corporales, los cuales el ser humano... lamentablemente... muchas veces permite que surjan de modo excesivo, apenas cuando se le ofrezca oportunidad para eso!

Ahí también ya tocamos en el punto capital, que constituye la mayor trampa para los seres humanos, en la cual casi todos sucumben, apenas cuando con ella entren en contacto: ¡la oportunidad!

¡El impulso es despierto y guiado solamente por los pensamientos! ¡El ser humano lo puede verificar fácilmente en si propio que el impulso no se manifiesta, no puede manifestarse, si no haya pensamientos a este respecto! ¡Es totalmente dependiente de eso! ¡Sin excepción!

No digáis que también el sentido del tacto puede despertar el impulso; pues eso es errado. Es solamente una ilusión. ¡El sentido del tacto despierta solamente el pensamiento y éste, luego, el impulso! ¡Y para despertar tales pensamientos, la oportunidad que se ofrece es el medio auxiliar más poderoso, que debe ser temida por los seres humanos! ¡Por esa razón, se constituye también la mayor defensa y la mejor protección para todos los seres humanos de ambos los sexos, cuando la oportunidad para esto es evitada! ¡Es la ancla de salvación en la aflicción actual, hasta que toda la humanidad haya se fortalecido de tal manera, que sea capaz de, como sana evidencia, mantener puro el foco de sus pensamientos, lo que hoy, lamentablemente, no más se torna posible! Entonces, sin embargo, una transgresión de este mandamiento es enteramente imposible.

¡Hasta ahí muchas tormentas purificadoras habrán que asolar la humanidad, pero aquella ancla resistirá, en la condición que cada bien-intencionado se esfuerce realmente por nunca dar oportunidad de una cita seductora en privado entre personas de sexos distintos!

¡Cada cual debe gravar eso con letras de fuego; pues no es tan fácil nuevamente libertarse anímicamente de tal transgresión, ya que ahí la otra parte también entra en cuestión! Y para la ascensión simultanea raramente existe una posibilidad.

“¡No te dejarás codiciar la mujer de tu prójimo!” ¡Eso no se refiere solamente a una mujer casada, pero si al sexo femenino en general! ¡Por lo tanto, incluso a las hijas! ¡Y como es dicho expresamente: “¡No te dejarás codiciar!”, se refiere solamente al impulso corporal, no por acaso al cortejar sincero!

Un engaño tampoco puede haber en esas palabras tan claras. Se trata aquí de la severa ley divina contra la seducción o violación. ¡Así como contra la mácula por pensamientos oriundos de una codicia oculta! Ya en eso, como punto inicial de todo el mal de un acto, constituye transgresión del mandamiento, que resulta en la punición ante un karma, que habrá que ser remido inevitablemente de alguna forma, antes que el alma pueda libertarse de eso nuevamente. Por veces tal acontecimiento, considerado erróneamente por los seres humanos como de poca importancia, constituye hasta un factor determinante para la especie de la próxima encarnación sobre la Tierra, o para su futuro destino en esta existencia terrena. ¡No consideréis, por eso, demasiado liviano el poder de los pensamientos, al que se une, naturalmente, también la responsabilidad en la misma proporción! Vosotros sois responsables por el pensamiento más imprudente; pues ya resulta daños en el mundo de materia fina. En aquel mundo, que habrá que recibirles, después de esta vida terrena.

¡Si la codicia, sin embargo, llevar a la seducción, llegando, por lo tanto, a un acto grueso-material, temed por la recompensa, si no más fuereis capaces de repararlo corporal y anímicamente aquí en la Tierra!

Habiendo, pues, ocurrido la seducción de manera más halagadora, o ante exigencia brutal, sea con eso también por fin lograda una anuencia de la parte femenina, no influenciará en nada el efecto recíproco, pues éste ya se ha iniciado cuando surgió la codicia, y toda la astucia y todas las artimañas solamente servirán para agravarlo. ¡Entonces, mismo la anuencia final no lo anulará!

¡Tened, pues, cuidado, evitad cada oportunidad y jamás tornaos despreocupados a ese respecto! ¡Conservad puro, en primer lugar, el foco de vuestros pensamientos! ¡Así jamás transgrediréis este mandamiento!

¡Tampoco vale como excusa, si un ser humano busca iludirse con el hecho de que existía la probabilidad del matrimonio! Pues pensando así, sería hasta la más grosera falsedad. Un matrimonio destituido del amor de las almas es nulo ante Dios. ¡El amor de las almas, sin embargo, será la más fuerte de todas las protecciones contra la transgresión del mandamiento, pues aquél que realmente ama desea proporcionar al ser amado siempre solamente el mejor, siendo, por lo tanto, incapaz de manifestarle deseos o exigencias impuras, contra lo que se vuelve en primera línea el mandamiento!



¡Quien no se esfuerza para comprender bien la Palabra del Señor, se torna culpado! 



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