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ABDRUSHIN: EN LA LUZ DE LA VERDAD 

¡Despertad!


¡Despertaos, vosotros seres humanos, del sueño de plomo! Reconoced el fardo indigno que cargáis y que pesa con una indecible y tenaz presión sobre millones de criaturas. ¡Echadlo fuera! ¿Acaso merece ser cargado? ¡Ni siquiera un solo segundo!

¿Qué contiene él? Paja vacía que se desvanece temerosa al soplo de la Verdad. Desperdiciasteis el tiempo y la fuerza en vano. ¡Reventad, por lo tanto, las cadenas que os prenden abajo, tornaos finalmente libres!

El ser humano que permanezca encadenado interiormente será por toda la eternidad esclavo, aunque sea un rey.

Vosotros os atáis con todo lo que os esforzáis en aprender. Reflexionad: con el aprendizaje os comprimís siempre en formas ajenas que otros concibieron, os adherís con buena voluntad a convicciones extrañas, solamente os apropiando de aquello que otros vivenciaron en ellos, para sí mismos. Considerad: ¡una misma cosa no vale para todos! Lo que es útil para uno puede perjudicar a otro. Cada cual tiene que recorrer por sí mismo su propio camino hacia el perfeccionamiento. Su aparato para ello son las facultades que trae en sí. ¡De acuerdo con ellas debe orientarse, y sobre ellas edificar! Si no lo hace, permanecerá un extraño dentro de sí mismo, y siempre se encontrará al lado de aquello que estudió, y que jamás logrará tornarse vivo dentro de él. Así, cada provecho para él está descartado. Vegeta, y un progreso le es imposible.

Tened en cuenta, vosotros los que os esforzáis con sinceridad por la Luz y por la Verdad:

El camino hacia la Luz cada cual debe vivenciarlo en sí, debe descubrirlo personalmente, si desea caminar con seguridad sobre él. ¡Solamente aquello que el ser humano vivencia en sí mismo, intuyendo en todas las modificaciones, es lo que ha comprendido plenamente!

El dolor y también la alegría golpean continuamente a la puerta, estimulando, agitando hacia un despertar espiritual. Durante segundos permanece entonces el ser humano ahí muchas veces liberado de todas las futilidades de la vida diaria y, tanto en la felicidad como en el dolor, presiente la ligazón con el espíritu que sobrepasa todo lo que es vivo.

¡Pues todo es vida, nada está muerto! Feliz de aquél que comprende y retiene tales momentos de ligazón, elevándose con eso hacia lo alto. No debe ahí asirse a formas rígidas, pero sí desarrollarse por sí mismo, a partir de su interior.

Tened lástima de los burladores y de todos aquellos que aún desconocen la vida espiritual. No os enojéis con ellos, cuando se vuelvan sarcásticos; pues éstos son apenas dignos de pena. Como ebrios, como enfermos se encuentran ante la gran obra de la Creación, que tanto nos ofrece. ¡Como ciegos que pasan, palpando, por la existencia terrena, y no ven todo el esplendor que los rodea!

Los pobres están confusos, duermen; ¿pues cómo puede un ser humano, por ejemplo, todavía afirmar que solamente existe lo que él ve? Que más allá, donde él con sus ojos nada logra distinguir, no haya vida alguna. ¿Que, con la muerte de su cuerpo, también él deja de existir, solamente porque hasta ahora, en su ceguera, no pudo convencerse con sus ojos de lo contrario? ¿No sabe él que ahora, ya por muchos hechos, cómo es de estrechamente limitada la capacidad del ojo humano? ¿No sabe él también que ella está ligada a las capacidades de su cerebro, sometidas a tiempo y espacio? ¿Y que, por esa razón, todo cuanto está por encima de espacio y tiempo él no puede reconocer con sus ojos? ¿Ninguno de esos burladores comprendió aún tal fundamentación lógica del intelecto? La vida espiritual, llamémosla también del más Allá, es, sin embargo, solamente algo que se halla enteramente encima del concepto terreno de espacio y tiempo, y que requiere, por lo tanto, un camino idéntico para ser reconocido.

Sin embargo, nuestro ojo ni siquiera ve aquello que se deja clasificar en el tiempo y en el espacio. Imagina la gota de agua, cuya incondicional pureza cada ojo puede dar testimonio y que, observada a través de un microscopio, encierra miles de seres vivos, que en su interior, sin piedad, luchan y se destruyen. ¿No hay, a veces, bacilos en el agua, en el aire, que poseen fuerza para destruir cuerpos humanos, y que no son perceptibles para los ojos? Sin embargo se tornan visibles a través de instrumentos perfeccionados. ¿Quién, después de eso, osará todavía afirmar que no encontraréis cosas nuevas hasta el momento desconocidas, después de que perfeccionéis mejor tales instrumentos? Perfeccionadlos mil veces, millones de veces, aún así la visión no tendrá fin, pero sí, delante de vosotros se desvendarán siempre mundos nuevos que antes no podíais ver ni sentir y que, sin embargo, ya existían. El pensamiento lógico conduce a idénticas conclusiones también sobre todo aquello, que las ciencias hasta ahora lograron reunir. Se da la expectativa de permanente desarrollo y jamás, sin embargo, de un fin.

¿Qué es, entonces, el más Allá? Muchos se confunden con esa palabra. El más Allá es simplemente todo aquello que no se deja reconocer por medios auxiliares terrenos. Medios auxiliares terrenos, sin embargo, son los ojos, el cerebro, y todo lo demás del cuerpo, así como los instrumentos que ayudan a esas partes a realizar sus actividades de modo más claro y exacto, expandiéndolas. Se podría decir, por lo tanto: el más Allá es lo que se encuentra más allá de las facultades de reconocimiento de nuestros ojos corpóreos. ¡Una separación, sin embargo, entre este mundo y el más Allá no existe! ¡Ni tampoco ningún abismo! Todo es homogéneo, como la Creación entera. Una fuerza fluye tanto en el Aquí como en el más Allá, todo vive y actúa desde esa única corriente de vida y, por eso, es completa e indisolublemente interconectado. A partir de eso, se torna comprensible lo que sigue. Cuando una parte de ese todo se enferma, debe el efecto hacerse sentir en la otra parte, como en un cuerpo. Partículas enfermas de esa otra parte fluyen entonces hacia las ya enfermas, a través de la atracción de la igual especie, reforzando más aún la enfermedad. Si dicha enfermedad, sin embargo, se torna incurable, surge entonces la indispensable contingencia de apartar a la fuerza el miembro enfermo, con el fin de que el conjunto no sufra permanentemente. Y el peligro condiciona efecto recíproco saludable que, debido a la sintonización errada, es dificultado, a veces, de forma inimaginable.

Por ese motivo, cambiad vuestra forma de pensar. ¡No existe un Aquí y un más Allá, pero solamente una existencia una! La noción de separación fue inventada solamente por el ser humano, por no poder ver todo y por considerarse el punto central y principal del ambiente que a él le es visible. Pero su campo de actuación es mayor. Con el error de la separación, él solamente se restringe, vehementemente, impide su progreso, y da lugar a fantasías desenfrenadas, originando imágenes monstruosas. ¿Es de sorprenderse, entonces, si, como consecuencia, muchos solamente tienen una sonrisa incrédula, otros una adoración malsana que se convierte en esclavitud o degenera en fanatismo? ¿Quién puede ahí todavía sorprenderse con el miedo tímido, sí, aflicción y pavor que son criados en muchos seres humanos? ¡Arrojad fuera todo eso! ¿Por qué ese tormento? ¡Derribad esa barrera que el error de los seres humanos ha buscado levantar, y que, aun así jamás existió! La sintonización equivocada de hasta ahora os da también una base falsa sobre la cual os esforzáis inútilmente en edificar sin fin la verdadera fe, es decir, la convicción interior. Por eso, os chocáis con puntos, con rocas que os tornan vacilantes o dudosos, u os obligan a destruir de nuevo el edificio entero, para en seguida, tal vez abandonar todo con desaliento o rencor. En eso, el perjuicio es solamente vuestro, pues para vosotros no existe progreso, sino solamente parada o retroceso. El camino, sin embargo, que tenéis que recorrer, se torna, de esta forma, aún más largo.

Cuando hayáis por fin comprendido la Creación como un todo, tal cual es, y cuando no hagáis ninguna separación entre el Aquí y el más Allá, luego tendréis el camino recto, la meta verdadera estará más cerca, y la ascensión os causará alegría, os dará satisfacción. Podréis entonces sentir y comprender mucho mejor los efectos de la reciprocidad que pulsan, llenos de vida, a través del conjunto, del homogéneo, pues toda la actuación es impulsada y mantenida por aquella fuerza única. ¡La Luz de la Verdad irrumpe así para vosotros!

Reconoceréis pronto que, para muchos, solamente la comodidad y la pereza es la causa de burlas, solamente porque les costarían esfuerzos para derribar lo que fue aprendido y considerado hasta el momento, y construir algo nuevo. Y a otros eso les a cambiará la habitual rutina, y por eso se les torna incómodo. Dejad a esos tales, no peleéis; sin embargo, ofreced con servicial voluntad vuestro saber para aquellos quienes no estén contentos con los placeres pasajeros y que buscan algo más en la existencia terrena, no siendo como los animales, que solamente buscan satisfacer su cuerpo. Dad a ellos el reconocimiento que estáis obteniendo, no enterréis el tesoro, pues con el dar, vuestro saber también se vuelve, recíprocamente, aún más rico y más fuerte.

En el Universo, gobierna una ley eterna: ¡Que solamente en el dar también puede haber un recibir, cuando se trata de valores que son permanentes! Eso penetra muy profundo, traspasa la Creación entera, como un legado sacrosanto de su Creador. ¡Dar sin interés, ayudar donde sea necesario, y tener comprensión para el sufrimiento del prójimo como para sus debilidades, significa recibir, pues éste es el camino sencillo y verdadero hacia el Altísimo!

¡Y el querer eso seriamente redunda en vuestro inmediato auxilio y fuerza! Un solo deseo intuido sincera y profundamente hacia el bien, y ya será destrozada, como por una espada de fuego, por el otro lado ahora todavía invisible para vosotros, la muralla que vuestros propios pensamientos hasta ahora habían erguido como obstáculo; pues vosotros sois, sí, uno solo con el más Allá, tan temido, negado o deseado por vosotros, sois atados a él estrecha e inseparablemente.

Intentadlo; pues vuestros pensamientos son los mensajeros que enviáis, y que a vosotros regresan sobrecargados con lo que fue intencionado por vosotros, sea algo bueno o malo. Así es como sucede. Recordad que vuestros pensamientos son algo que se forma espiritualmente, tornándose frecuentemente configuraciones que sobreviven a la existencia terrena de vuestro cuerpo, y luego mucho se os esclarecerá. Evidenciará así la precisión de lo que fue dicho: ¡Pues sus obras os seguirán! ¡Las creaciones de pensamientos son obras que habrán de esperaros! Que forman anillos claros u oscuros a vuestro alrededor y que tendréis que transponer para penetrar en el mundo espiritual. Ninguna protección, ninguna interferencia puede ayudaros ahí, porque tenéis la autodeterminación. El primer paso hacia todo, por lo tanto, tiene que partir de vosotros. No es difícil, reside solamente en la volición que se manifiesta por los pensamientos. De esta suerte, lleváis en vosotros mismos tanto el cielo como el infierno.

¡Podéis decidir, pero estáis sujetos a las consecuencias de vuestros pensamientos y de vuestro querer, de forma incondicional! Las consecuencias, vosotros mismos las creáis, por eso os clamo: ¡Conservad puro el foco de vuestros pensamientos, con ello estableceréis la paz y seréis felices!

No os olvidéis que cada pensamiento por vosotros creado y enviado atrae, durante el trayecto, a todos los de la misma especie o se adhiere a otros, con eso se va volviendo fuerte, cada vez más fuerte y por fin alcanza también una meta, un cerebro que tal vez se haya distraído durante algunos segundos solamente, dando así lugar a tales formas flotantes de pensamientos, para que entren y actúen. ¡Imaginad qué responsabilidad recae entonces sobre vosotros, si el pensamiento un día se transforma en acción por una persona en quien logró actuar! Dicha responsabilidad se manifiesta ya por la circunstancia de que cada pensamiento conserva una unión incesante con vosotros, como a través de un hilo inquebrantable, para entonces regresar con la fuerza adquirida durante el trayecto, para sobrecargaros o tornaros felices, según la especie que generasteis.

Así nos encontramos en el mundo de los pensamientos, y damos también lugar, con el respectivo modo de pensar, a formas de pensamientos semejantes. Por eso, no desperdiciéis la fuerza del pensar, al contrario, concentradla para la defensa y para una forma de pensar agudizada que salga como lanzas, actuando sobre el todo. ¡Cread así con vuestros pensamientos la lanza sagrada que combate por el bien, que cicatriza heridas y beneficia a toda la Creación!

¡Por eso, para el actuar y el progresar, sintonizad en eso el pensar! Para hacerlo, tendréis que tambalear muchas columnas que soportan concepciones tradicionales. Muchas veces se trata de un concepto equivocadamente absorbido, que no permite encontrar el verdadero camino. Hay que retroceder al punto desde donde partió. ¡Un vislumbre de luz pone abajo la construcción entera, que él penosamente construyó durante decenios, y entonces empieza nuevamente la obra después de un mayor o menor atontamiento! Él es obligado, ya que en el Universo no existe estagnación. Tomemos, por ejemplo, la noción del tiempo:

¡El tiempo pasa! ¡Los tiempos cambian! Así se escucha hablar por todas partes a los seres humanos decir, y con eso surge involuntariamente en nuestro espíritu un cuadro: ¡vemos tiempos mutables pasando por nosotros!

Ese cuadro se convierte en costumbre, y para muchas personas forma una base sólida por donde van edificando, orientando todas sus investigaciones y reflexiones según eso. No tardarán mucho, sin embargo, hasta que choquen entonces con obstáculos, que se encuentren en contradicción los unos con los otros. Ya nada se ajusta, ni siquiera con la mejor buena voluntad. Se pierden y se dejan lagunas, que, pese a todo el cavilar, no pueden más ser rellenadas. Muchas personas creen entonces que en tal contingencia se debe recurrir a la fe, como sucesión, cuando el pensamiento lógico no encuentra ningún amparo. ¡Pero eso es errado! ¡El ser humano no debe creer en cosas en las cuales no pueda comprender! Debe buscar comprenderlas; de lo contrario abrirá completamente la puerta a los errores, y con los errores siempre también se desvaloriza la Verdad.

¡Creer sin comprender es solamente indolencia, pereza mental! Eso no lleva al espíritu hacia las alturas, al contrario, lo oprime. Por consiguiente, yergamos la mirada, debemos examinar e investigar. No es sin razón que dentro de nosotros tengamos el impulso para ello.

¡El tiempo! ¿Pasará realmente? ¿Cuál es la razón por la que chocamos con obstáculos los cuales se refieren a ese principio, cuando ahí se quiere seguir en el pensar? Muy simple, porque el pensamiento básico es falso; ¡pues el tiempo permanece parado! ¡Nosotros, sí, somos los que marchamos hacia su encuentro! Invertimos el tiempo nadando hacia adentro, que es eterno, buscando en su interior la Verdad. El tiempo permanece parado. ¡Sigue siendo el mismo hoy, ayer, y en un millar de años! Solamente son las formas las que varían. ¡Nos sumergimos en el tiempo, para buscar en el regazo de sus registros, a fin de fomentar nuestro saber con las colecciones que él encierra! Pues nada se perdió, todo él preservó. No cambió, porque es eterno. ¡Tú también, oh ser humano, eres siempre solamente el mismo, parezcas joven o anciano! ¡Permaneces aquél que eres! ¿Tu propio ya no lo percibisteis? ¿No fijas nítidamente una diferencia entre la forma y tu “yo”? ¿Entre el cuerpo, que está sujeto a alteraciones, y tu, el espíritu, que es eterno?

¡Vosotros buscáis la Verdad! ¿Qué es la Verdad? ¡Lo que hoy todavía admitís como Verdad se os patentará ya mañana como errores, para más tarde descubrir otra vez que en esos errores se encuentran granos de Verdad! Pues también las revelaciones cambian sus formas. ¡Sigue así para vosotros con incesante investigación, pero en la modificación madurareis!

La Verdad, sin embargo, permanece siempre la misma, no cambia; ¡pues es eterna! ¡Y siendo eterna, jamás podrá, ante los sentidos materiales que sólo distinguen mutaciones de formas, ser comprendida real y claramente! ¡Por eso, espiritualizaos! Libres de todos los pensamientos terrenos, poseeréis la Verdad y estaréis en la Verdad, a fin de bañaros en ella, irradiados constantemente por su límpida luz; pues ella os envuelve totalmente. Nadareis en ella, después que os espiritualicéis.

¡Entonces no tendréis más necesidad de aprender arduamente las ciencias tampoco temer cualquier error, por lo que ya tendréis para cada pregunta la respuesta en la propia Verdad, además, no tendréis entonces más preguntas, porque, sin que lo penséis, lo sabréis todo, lo abarcaréis todo, porque vuestro espíritu vive en la Luz límpida, en la Verdad!

Por consiguiente, ¡tornaos libres espiritualmente! ¡Reventad todas las cadenas que os detienen abajo! Si con eso se presentan obstáculos, seguid alegres hacia su encuentro; ¡pues significan para vosotros el camino hacia la libertad y hacia la fuerza! Consideradlos como una dádiva, donde surgen beneficios para vosotros y, fácilmente, iréis transponiéndolos.

O éstos son colocados en vuestro camino para que aprendáis con ello y os desarrolléis, con lo que aumentaréis vuestros recursos para la ascensión, o son efectos retroactivos de alguna culpa, que con ello redimiréis y de la cual os podréis liberar. En ambos casos os llevarán adelante. ¡Por lo tanto, seguid adelante, es por vuestra salvación!

Es tontería hablar de golpes del destino o probaciones. Cada lucha y cada sufrimiento es un progreso. Con ello es ofrecida al ser humano la oportunidad de anular sombras de faltas anteriores; pues ni un sólo centavo puede ser perdonado a cada uno, porque el circular de las leyes eternas en el Universo también es inexorable respecto a eso, leyes en las cuales se revela la voluntad creadora del Padre, que así nos perdona y deshace todas las tinieblas.

El más mínimo desvío en eso reduciría el mundo a escombros, tal es la claridad y sabiduría en la que todo está dispuesto.

Quién, sin embargo, tenga mucha cosas anteriores que saldar, ¿no deberá tal persona desalentarse entonces, aterrorizándose ante el rescate de las culpas?

¡Puede comenzar con ello eso seguro y alegre, libre de cualquier preocupación, apenas cuando quiera con sinceridad! ¡Pues una compensación puede ser creada a través de la corriente contraria de una fuerza de buena voluntad, que en el espiritual se convierte viva igual que otras formas de pensamientos y una potente arma capaz de alejar cada lastre de las tinieblas, todo peso, y conducir el “yo” hacia la Luz!

¡Fuerza de voluntad! ¡Un poder no presentido por tantos, que como un imán que nunca falla atrae hacia sí mismo las fuerzas iguales, para con ellas crecer como una avalancha, y atado a otros poderes espirituales semejantes, actúa retroactivamente, alcanzando nuevamente el punto de partida, por lo tanto, el origen o, mejor dicho, el progenitor, llevándolo hacia lo alto hacia la Luz o hundiéndolo aún más profundamente en el lodo y la mugre! Según la especie que el propio causante deseó anteriormente. ¡Quién conoce esa acción recíproca que se realiza de forma permanente e infalible, existente en toda la Creación, que en ella se deflagra y desenvuelve con inamovible certeza, éste ya la sabe utilizar, teniendo que amarla, teniendo que temerla! Para él se torna vivo gradualmente el mundo invisible que lo rodea; pues siente sus efectos con tal nitidez, que se quita cada duda. ¡Tiene que intuir las fuertes olas de actividad infatigable que actúan sobre él, procedentes del gran Universo, apenas cuando fije solamente un poco su atención para ello, sintiendo, por fin, que él es el foco de fuertes corrientes, cual un lente que capta los rayos solares y los hace convergir sobre un punto generando una fuerza que actúa inflamando, pudiendo quemar y destruir, así como curar y vivificar, traer bendiciones, y la cual también es capaz de encender un fuego abrasador! Tales lentes también somos nosotros, capaces de, ante nuestra voluntad, enviar esas corrientes invisibles de fuerza que nos alcanzan, concentradas en un potencial, hacia finalidades benéficas o maléficas, llevando bendiciones o también destrucción a la humanidad. ¡Un fuego abrasador podemos, debemos encender con eso en las almas, el fuego del entusiasmo para el bien, para lo que es noble, para la perfección!

Para ello es menester solamente de una fuerza de voluntad que torna al ser humano de cierta forma el señor de la Creación, para la determinación de su propio destino. ¡Su propia voluntad le resulta la destrucción o la redención! Crea, con inexorable certeza, la recompensa o los castigos.

No temáis, pues, que este saber os aleje del Creador, u os debilite la fe de hasta ahora. ¡Al contrario! ¡El conocimiento de esas leyes eternas, que podemos utilizar, hace con que toda la obra de la Creación nos parezca aún más sublime, obligando al investigador perspicaz a postrarse de rodillas, lleno de devoción, ante su grandeza!

Y después de eso jamás el ser humano querrá el mal. Se agarrará con alegría al mejor apoyo que existe para él: ¡al amor! ¡Amor por toda la Creación maravillosa, amor por su prójimo, a fin de también conducirlo hacia arriba, a la magnificencia de ese usufructuar, de esa conciencia de fuerza!



¡Quien no se esfuerza para comprender bien la Palabra del Señor, se torna culpado! 



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