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ABDRUSHIN: EN LA LUZ DE LA VERDAD 

El silencio


En cuanto surja en ti un pensamiento, cuida para retenerlo, no lo pronuncies inmediatamente, sino, nútrelo; pues él se comprime ante la contención en el silencio y gana en fuerza, como el vapor bajo la contrapresión.

La presión y la compresión generan la propiedad de una actuación magnética según la ley de que todo lo que es más fuerte atrae a lo débil hacia sí mismo. Formas de pensamientos análogas serán, a través de eso, atraídas desde todas partes, reforzando cada vez más la fuerza del propio pensamiento primitivo, y a pesar de eso actúan de modo que la primera forma generada se va moldeando por la unión de formas ajenas, se va transformando y adquiriendo formas variables, hasta alcanzar su madurez. Sientes todo dentro de ti, sin embargo, juzgas siempre que sea únicamente por tu propia voluntad. ¡Pero en cosa alguna das enteramente tu propia voluntad, tienes siempre allí algo ajeno!

¿Qué te dice ese fenómeno?

¡Que solamente en la fusión de muchas partículas algo perfecto puede ser creado! ¿Creado? ¿Es eso cierto? ¡No, sino formado! Pues de hecho no hay nada nuevo por crear, se trata en todo caso solamente de un nuevo formar, puesto que todas las partículas ya existen en la gran Creación. Cumple solamente impulsar esas partículas para que actúen hacia el camino de la perfección, lo que trae la fusión.

¡Fusión! No pases de largo por tal palabra, procura antes profundizarte en ese concepto de que la madurez y la perfección son alcanzadas por medio de la fusión. ¡Esa sentencia reposa en toda la Creación, como una joya que requiere ser descubierta! ¡Está íntimamente ligada con la ley de que solamente en el dar también se puede recibir! ¿Y qué es lo que condiciona la exacta comprensión de esas sentencias? ¿Es decir, la vivencia? ¡El amor! ¡Y por eso el amor constituye también la fuerza máxima, como poder ilimitado dentro de los misterios del gran existir!

Tal como la fusión, que en el caso de un solo pensamiento, forma, pule y moldea, así es como sucede con el propio ser humano y con toda la Creación, que en la interminable fusión de formas individuales existentes pasa por nuevas configuraciones, debido a la fuerza de voluntad, y luego se forma el camino hacia la perfección.

¡Un ser aislado no puede ofrecerte la perfección, pero sí la humanidad entera, en la pluralidad de sus características! Cada cual tiene algo que pertenece de manera incondicional al conjunto. Por eso ocurre también que una persona que ya alcanzó un amplio progreso, ya no conociendo más ningún tipo de codicia terrena, sienta amor por la humanidad entera y no por un ser aislado, pues solamente la humanidad entera consigue hacer vibrar las cuerdas de su alma madurada, liberadas a través de la purificación, en armoniosa sinfonía celestial. ¡Trae armonía en su interior, porque todas las cuerdas vibran!

Volvamos al pensamiento que atrajo hacia si las formas ajenas y que así se fue tornando fuerte, cada vez más fuerte: por fin él va más allá de ti en cerradas olas de fuerza, rompe el aura de tu propia persona y pasa a ejercer una influencia sobre un ámbito más amplio.

A eso la humanidad lo llama magnetismo personal. Los laicos dicen: “¡Irradias un no sé qué!” Conforme a la especie, es algo desagradable o agradable. Atractivo o repulsivo. ¡Pero se siente!

¡Sin embargo, no irradias nada! El fenómeno que produzco el sentimiento en esas otras personas tuvo su origen en el hecho de que atraes magnéticamente hacia ti todo lo que es espiritualmente de la misma especie. Y ese atraer se torna perceptible a las personas más próximas. Ya que en eso también reside el efecto recíproco. En el contacto, esa otra persona siente entonces nítidamente tu fuerza, naciendo a través de eso la “simpatía”.

Mantén siempre ante tus ojos que: Todo cuanto es espiritual, expresado según nuestros conceptos, es magnético, y así te es conocido que siempre lo más fuerte supera a lo débil, por la atracción y por la absorción. Por eso “se le quita al pobre (débil) hasta mismo lo poco que aún le queda”. Él se torna dependiente.

En eso no reside ninguna injusticia, sino cumplimiento según las leyes divinas. El ser humano necesita solamente animarse, querer realmente, y estará protegido de eso.

Naturalmente lanzarás entonces la pregunta: ¿Y cómo será cuando todos quieran ser fuertes? ¿Cuándo ya no haya nada que quitar a nadie? Entonces, querido amigo, será un intercambio espontáneo, subordinado a la ley según la cual solamente dando también se puede recibir. No ocurrirá paralización por eso, pero todo cuanto sea inferior estará extinto.

Así ocurre que, debido a la pereza, muchos se tornan dependientes en el espíritu, a veces, por fin, mal poseen todavía la capacidad de desarrollar sus propios pensamientos.

Debe ser subrayado que solamente la igual especie es atraída entre sí. De aquí el proverbio: “Cada oveja con su pareja”. Así se juntarán siempre los que son dados a la bebida, fumadores tienen “simpatías”, charlatanes, jugadores, etc., pero también los de índole noble se encuentran para fines elevados.

Sin embargo, aún sigue: aquello que se esfuerza espiritualmente también se efectúa finalmente físicamente, siempre que todo lo espiritual sobrepase la materia gruesa, razón por la cual cabe tener siempre en mente la ley de la acción de retorno, porque un pensamiento siempre mantiene ligazón con su origen, provocando en esa ligazón irradiaciones retroactivas.

Me refiero aquí siempre solamente a los pensamientos reales, que contienen en sí la fuerza vital de la intuición anímica. No al desperdicio de fuerzas de la substancia cerebral que a ti te fue confiada como instrumento, que forma solamente pensamientos volátiles que se manifiestan como emanaciones difusas en desordenada confusión y que, felizmente, luego se deshacen. Tales pensamientos solo te cuestan tiempo y energía, desperdiciando con ello un bien que a ti te fue confiado.

Meditas, por ejemplo, seriamente sobre determinada cosa, tal pensamiento se tornará fuertemente magnético dentro de ti por la fuerza del silencio y atraerá todos los afines, tornándose, de ese modo, fecundo. Él madura y transpone los límites de la rutina, penetra debido a eso incluso en otras esferas, recibiendo desde ahí la afluencia de pensamientos más elevados... ¡la inspiración! Por esa razón, en la inspiración, en contraste con la mediumnidad, el pensamiento básico debe partir de ti mismo, debe formar un puente hacia el más Allá, el mundo espiritual, a fin de allí beber conscientemente de una fuente. Por consiguiente, la inspiración no tiene nada que ver con la mediumnidad. De esa forma el pensamiento madurará dentro de ti. Avanzas para la realización y llevarás, comprimido por tu fuerza, a la realización de aquello que ya pairaba antes en innumerables partículas del Universo, como formas de pensamientos.

¡De esta manera creas con algo espiritual ya hace mucho tiempo existente, por medio de la fusión y de la compresión, una nueva forma! Así, en la Creación entera, siempre cambian solamente las formas, pues todo lo demás es eterno e indestructible.

Guárdate de pensamientos confusos, y de toda la superficialidad en el pensar. El descuido se venga amargamente; pues sin demora te verás rebajado a un lugar tumultuado de influencias extrañas, lo que te tornará fácilmente irritable, inconstante e injusto en comparación con tu ambiente más próximo.

¡Si tienes un pensamiento auténtico y lo retienes bien, así finalmente esa fuerza concentrada también tiene que impeler hacia la realización; pues el desarrollo de todo se desenvuelve espiritualmente, ya que toda fuerza es solamente espiritual! Lo que entonces resulta visible para ti son siempre solamente las últimas manifestaciones de un proceso magnético-espiritual ocurrido anteriormente y que se realiza siempre uniformemente según un orden predeterminado.

Observa, y cuando pienses y sientas, luego tendrás la prueba de que toda la vida real sólo puede ser en verdad la espiritual, donde únicamente se ubican el origen y también el desarrollo. Tienes que llegar a la convicción de que todo cuánto ves con los ojos del cuerpo de hecho son solamente manifestaciones del espíritu, que impulsan eternamente.

Cualquier acción, hasta aún el más pequeño movimiento de una persona, es precedida siempre de una voluntad espiritual. Los cuerpos desempeñan en tales casos solamente la función de instrumentos vivificados por el espíritu, que propiamente sólo adquirieron consistencia a través de la fuerza del espíritu. Así sucede también con los árboles, las piedras y toda la Tierra. Todo es vivificado, traspasado e impulsado por el espíritu creador.

Puesto que toda la materia, por lo tanto, lo que es visible terrenamente, sólo viene a ser el efecto de la vida espiritual, no te resultará difícil comprender que, según la especie más inmediata de la vida espiritual que nos rodea, así se formarán también las circunstancias terrenas. Lo que desde ahí uno deduce lógicamente es claro: a la propia humanidad le es dada, por la sabia disposición de la Creación, la fuerza para formar para sí misma, de modo auto-creativo, las condiciones de vida ante la propia fuerza del Creador. ¡Bienaventurado el que la utilice solamente para el bien! ¡Pero ay de aquél que se permita inducir a emplearla para el mal!

En los seres humanos el espíritu solamente se encuentra envuelto y oscurecido por las ambiciones terrenas que, como escoria, adhieren a él, sobrecargándolo empujándolo hacia abajo. Sus pensamientos son, pues, actos de voluntad en los cuales reposa la fuerza del espíritu. ¡El ser humano dispone de la decisión para pensar bien o mal y puede así orientar la fuerza divina tanto para el bien como para el mal! En eso reside la responsabilidad que el ser humano asume; pues la recompensa o el castigo habrá de venir, toda vez que todas las consecuencias de los pensamientos vuelvan hacia el punto de partida a través de la ley de la reciprocidad instituida, que nunca falla, y que en eso es inamovible, por lo tanto, inexorable. ¡Por eso también incorruptible, severa y justa! ¿No se dice lo mismo también a respecto a Dios?

Si muchos enemigos de la fe hoy en día no quieren saber nada más de una divinidad, todo eso no consigue alterar en nada los hechos que expuso. Basta que esas personas supriman la palabra “Dios” y que se ahonden seriamente en la ciencia, habrán de encontrar entonces exactamente lo mismo, solamente expresado en otras palabras. ¿No es, por lo tanto, ridículo discutir sobre eso? Ningún ser humano puede esquivar las leyes de la naturaleza, nadie puede nadar en sentido contrario a ellas. Dios es la fuerza que impulsa a las leyes de la naturaleza; la fuerza, que nadie todavía comprendió, que nadie vio, pero cuyos efectos cada uno, dia a dia hora a hora, incluso en las fracciones de todos los segundos, tiene que ver, intuir, observar, apenas cuando quiera ver, en sí mismo, en cada animal, en cada árbol, en cada flor, en cada fibra de una hoja cuando irrumpe del envoltorio para llegar a la luz. ¿No es ceguera oponerse tenazmente, mientras todos, incluso estos negadores obstinados, reconocen y comprueban la existencia de esta fuerza? ¿Qué es lo que les impide entonces de llamar Dios a esta fuerza reconocida? ¿Terquedad pueril? ¿O una cierta vergüenza por tener que admitir que durante todo ese tiempo buscaron negar obstinadamente algo, cuya existencia desde el principio les era evidente?

Seguramente no es nada de todo eso. La causa debe residir en el hecho de que fueron presentadas a la humanidad, desde tantas partes, caricaturas de la gran divinidad, con las cuales, en un serio pesquisar, ella no podía concordar. ¡La fuerza de la divinidad, que todo lo incluye y todo sobrepasa, ha de ser disminuida y desvalorizada ante el intento de imprimírsela en un cuadro!

¡En una reflexión profunda, ningún cuadro puede armonizarse con eso! Precisamente porque cada ser humano trae en si el concepto de Dios, es que se opone lleno de presentimientos contra la restricción de la grandiosa e inaprensible fuerza que lo generó y que lo conduce.

El dogma es el culpable por el hecho de que una gran parte de aquellos, en su conflicto, busca transponer cada meta, muchas veces incluso oponiéndose contra la certeza que vive en su interior.

¡Pero no está lejos la hora en la que vendrá el despertar espiritual! ¡En la que serán interpretadas correctamente las palabras del Redentor, se comprenderá correctamente su gran obra de redención; pues Cristo nos trajo redención de las tinieblas, el camino hacia las alturas luminosas! ¡Y con la sangre en la cruz estampó el sello de su convicción!

¡La Verdad jamás fue diferente de lo que ya ha sido antaño y de lo que todavía es hoy y que habrá de ser por decenas de milenios; pues es eterna!

Por lo tanto, aprended a conocer las leyes que se encuentran en el gran libro de toda la Creación. Someterse a ellas significa: ¡amar a Dios! Pues con eso no provocáis disonancia alguna en la armonía, sino que contribuís para que los acordes vibrantes alcancen amplitud total.

Que digas: Me someto voluntariamente a las leyes existentes de la naturaleza, porque es por mi propio bien, o que digas: Me someto a la voluntad de Dios, que se revela en las leyes de la naturaleza o a la fuerza inconcebible que impulsa a las leyes de la naturaleza... ¿hay alguna diferencia en su efecto? La fuerza ahí está y tú la reconoces, la tienes que reconocer, sí, ya que no te resta a ti otra alternativa, apenas medites un poco... ¡y con eso reconoces a tu Dios, el Creador!

¡Y esa fuerza actúa en ti también en el pensar! ¡Por consiguiente, no hagas mal uso de ella, para el mal, sino si piensa en cosas buenas! No te olvides jamás: ¡Cuando creas pensamientos, empleas fuerza divina, con la cual eres capaz de alcanzar lo que hay de más límpido y excelso!

Busca no dejar jamás de fijarte en que todas las consecuencias de tu pensar recaen siempre sobre ti, según la fuerza, la dimensión y amplitud del efecto de los pensamientos, tanto en lo bueno como en lo malo.

Y como el pensamiento es espiritual, así también las consecuencias regresan de manera espiritual. Te encontrarán, por lo tanto, sea como sea, aquí en la Tierra, o a continuación en lo espiritual, después de tu fallecimiento. Porque son espirituales, tampoco están ligadas a la materia. ¡De eso resulta que la descomposición del cuerpo no revoca el rescate! La recompensa en el efecto retroactivo ocurrirá seguramente, temprano o tarde, aquí o allá. La ligazón espiritual permanece firme con todas tus obras; pues también las obras materiales terrenas poseen, sí, origen espiritual a través del pensamiento generador, y siguen existiendo, aunque todo lo que es terreno haya desaparecido. Por eso, hay veracidad en la expresión: “Tus obras te esperan, mientras el rescate todavía no te alcanzó en el efecto de retorno”.

Si, por ocasión de un efecto retroactivo, todavía estés aquí en la Tierra, o para aquí has vuelto de regreso, así se efectúa entonces la fuerza de las consecuencias de lo espiritual, de acuerdo con la especie, para bien o para mal, a través de las circunstancias, en tu ambiente o en ti mismo directamente, en tu cuerpo.

Aquí es una vez más indicado especialmente lo que sigue: ¡La verdadera y legítima vida se procesa en el espiritual! Y ésta no conoce ni tiempo ni espacio, luego, tampoco separación alguna. Está por encima de los conceptos terrenos. Por esa razón, las consecuencias te encontrarán donde quiera estés, en el tiempo en el que, de acuerdo con la ley eterna, el efecto regresa al punto inicial. Nada se pierde, todo vuelve, eso es seguro.

Eso responde ahora también a la pregunta, ya tantas veces planteada, de cómo ocurre que personas visiblemente buenas a veces tienen que sufrir tanto en la vida terrena, y de tal forma, que es visto como injusticia. ¡Son rescates que les tienen que alcanzar!

Conoces ahora la respuesta a esa pregunta; pues tu respectivo cuerpo no desempeña en eso papel alguno. Tu cuerpo no es tu propio ser, no es tu “yo” completo, pero sí un instrumento que elegiste para ti o que tuviste que tomar según las vibrantes leyes de la vida espiritual, a las cuales puedes llamar también leyes cósmicas, por si de alguna manera así te parecen más comprensibles. La respectiva vida terrena es solamente un corto espacio de tu verdadera existencia.

Sería un pensamiento terrible, si no hubiese salida alguna, ningún poder que se contraponga protectoramente a eso. Cuántos no deberían desanimarse al despertar hacia lo espiritual, y desearían, por preferencia, seguir durmiendo en la antigua rutina. ¡Ellos no saben, pues, lo que les espera y lo que todavía les alcanzará desde antaño por el efecto recíproco! O, como dicen los seres humanos: “Lo que ellos todavía tienen que reparar.”

Sin embargo, ¡no temas! Con el despertar a ti te es mostrado, en la sabia disposición de la gran Creación, también un camino, por aquella fuerza de buena voluntad, a la cual ya me refería especialmente y que atenúa los peligros del karma que se deflagra, o los aleja totalmente afuera. También eso el espíritu del Padre puso en tu mano. La fuerza de la buena voluntad forma a tu alrededor un circulo capaz de destruir el mal que afluye o atenuarlo bastante, de la misma forma que la atmósfera también protege al globo terrestre. Sin embargo, la fuerza de la buena voluntad, esa protección eficaz, es desarrollada y beneficiada por el poder del silencio.

Por lo tanto, a vosotros que buscáis, clamo una vez más insistentemente:

Mantened puro el foco de vuestros pensamientos, y, a continuación, practicad en primer lugar el gran poder del silencio, si queréis ascender.

¡El Padre ya ha depositado en vosotros la fuerza para todo ello! ¡Necesitáis solamente emplearla!



¡Quien no se esfuerza para comprender bien la Palabra del Señor, se torna culpado! 



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