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ABDRUSHIN: EN LA LUZ DE LA VERDAD 

El ser humano en la Creación


El ser humano no debe, en la realidad, vivir según los conceptos de hasta ahora, pero ser más criatura humana intuitiva. Con eso constituiría una argolla indispensable al desarrollo continuo de toda la Creación.

Por reunir en sí la materia fina del más Allá y la materia gruesa del Aquí, a él le es posible enterarse de ambas y vivenciarlas al mismo tiempo. Además, aún se halla a su disposición una herramienta que le coloca en el ápice de toda la Creación de materia gruesa: el intelecto. Con esa herramienta, logra dirigir, es decir, conducir.

El intelecto es lo que existe más elevado terrenalmente y debe ser el timón durante la vida en la Tierra, mientras la fuerza propulsora es la intuición, que se origina en el mundo espiritual. El suelo del intelecto es, por lo tanto, el cuerpo, el suelo de la intuición, sin embargo, es el espíritu.

El intelecto está atado a espacio y tiempo, así como todo cuanto es terrenal, por consiguiente, solamente un producto del cerebro, que pertenece al cuerpo de materia gruesa. El intelecto jamás podrá actuar sin espacio ni tiempo, a pesar de ser en sí de materia más fina que el cuerpo, pero aún demasiado espeso y pesado como para elevarse por encima de espacio y tiempo. Está, por lo tanto, enteramente atado a la Tierra.

La intuición, sin embargo, (no el sentimiento) es sin espacio ni tiempo, proviene, por lo tanto, de lo espiritual.

De esta forma instrumentado, podría el ser humano estar íntimamente conectado con la parte más etérea de la materia fina e incluso tener contacto con el propio espiritual puro, aunque viviendo y actuando en el medio de todo cuanto es terrenal, de materia gruesa. Solamente el ser humano está capacitado de esa manera.

¡Solamente él debía y podía ofrecer la ligazón sana y vigorosa, como el único puente entre las alturas fino-materiales y luminosas y aquello que es terreno, de materia gruesa! ¡Solamente a través de él, debido a su característica especifica, podía la vida pura latir desde la fuente de la Luz, bajando hasta la materia gruesa más profunda y desde ella nuevamente hacia arriba, en la más armoniosa y magnífica reciprocidad! Se halla entre ambos los mundos, uniéndolos, de forma que a través de éstos se funden en uno solo.

Sin embargo, no cumplió esa misión. Separó esos dos mundos, en lugar de conservarlos firmemente atados. ¡Y eso fue entonces el pecado original!

El ser humano, debido a la característica especifica recién esclarecida, fue colocado realmente como una especie de señor del mundo de materia gruesa, porque el mundo de materia gruesa depende de su mediación, hasta tal punto que ese mismo mundo, según la especie del ser humano, fue forzado a sufrir conjuntamente, o pudo ser elevado a través de él, conforme las corrientes de la fuente de Luz y de la vida hayan o no podido fluir puras a través de la humanidad.

Pero el ser humano obstruyó el flujo de esa corriente alternada, necesario para el mundo de materia fina y para el mundo de materia gruesa. Así como una buena circulación sanguínea mantiene el cuerpo vigoroso y sano, lo mismo ocurre con la corriente alternada en la Creación. Una obstrucción tiene que resultar confusión y enfermedad, que finalmente terminan en catástrofes.

Ese funesto fallar del ser humano pudo ocurrir por él haber utilizado el intelecto, que se origina solamente desde la materia gruesa, no solo como instrumento, sino sometiéndose totalmente a él, situándolo como soberano de todas las cosas. ¡Se tornó con eso esclavo de su herramienta, convirtiéndose solamente en ser humano de intelecto, que suele orgullosamente nombrarse materialista!

Al someterse totalmente bajo el intelecto, el ser humano se encadenó a todo cuanto es de materia gruesa. Como el intelecto nada puede comprender de aquello que se encuentra más allá de espacio y tiempo, lógicamente que tampoco lo podrá quién se sometió a él por completo. Su horizonte, es decir, su capacidad de comprensión, se restringió conjuntamente con la capacidad limitada del intelecto. El enlace con el mundo de materia fina quedó así deshecho, se levantó una muralla que se tornó más y más espesa. Como la fuente de la vida, la Luz primordial, Dios, paira mucho más arriba del espacio y tiempo e incluso aún muy encima de la materia fina, es natural que, debido al atamiento del intelecto, fuese cortado cualquier contacto. Por esa razón, le es enteramente imposible al materialista reconocer a Dios.

El probar del árbol del conocimiento otra cosa no fue sino que el cultivo del intelecto. La separación de la materia fina, que a eso se conecta, fue también el cierre del Paraíso, como consecuencia natural. Los seres humanos se excluyeron por sí mismos, al pender totalmente hacia la materia gruesa a través del intelecto, por lo tanto, rebajándose, y forjaron voluntariamente o por elección propia a su servidumbre.

¿Y qué resultó de todo eso? ¡Los pensamientos del intelecto, exclusivamente materialistas, es decir, bajos y atados a la Tierra, con todos sus fenómenos colaterales de codicia, ganancia, mentira, robo y opresión etc., tenían de causar el efecto recíproco inexorable de la igual especie, que se mostró primeramente en lo espiritual, y que luego pasó de este también hacia lo grueso-material, formó todo correspondientemente, impelió a los seres humanos y finalmente se deflagrará sobre todo con… destrucción!

¿Comprendéis ahora que los acontecimientos de los últimos años tenían que suceder? ¿Que así incluso deberá seguir hasta la destrucción? Un juicio mundial que, según las leyes karmicas *(según el destino) existentes, no puede ser evitado. Como en una tormenta que se concentra y que tiene que producir finalmente descarga y destrucción. ¡Pero al mismo tiempo también purificación!

El ser humano no sirvió, como necesario, de argolla entre las partes de materia fina y de materia gruesa de la Creación, no dejó que la indispensable corriente alternada siempre refrescante, vivificante y estimuladora les atravesase, sino al contrario, separó la Creación en dos mundos, puesto que se negó a servir de argolla y se engrilló enteramente a la materia gruesa; con eso, ambas partes del Universo tuvieron que enfermarse poco a poco. La parte que fue obligada a verse totalmente privada de la corriente de Luz, o que la recibía demasiadamente débil, a través de las pocas personas que aún mantenían ligazón, fue naturalmente la que se ha enfermado más gravemente. Se trata de la parte de materia gruesa que, debido a esto, camina hacia una terrible crisis y en la brevedad será sacudida por tremendos ataques de fiebre, hasta que todo cuanto haya ahí de enfermo sea consumido y pueda por fin curarse bajo nuevo y fuerte influjo proveniente desde la fuente primordial.

¿Pero quién, con eso, será consumido?

La respuesta se encuentra en los propios acontecimientos naturales: cada pensamiento intuido obtiene de pronto, por medio de la viva fuerza creadora en él contenida, una forma de materia fina que corresponde al contenido del pensamiento y permanece siempre atado como por un cordón a su generador, siendo sin embargo, atraído y tirado hacia fuera por la fuerza de atracción de la igual especie en todo cuanto es de materia fina, e impulsado a través del Universo conjuntamente con las corrientes que laten constantemente que, como todo en la Creación, se mueven de forma oval. Así es como llega el momento en el que los pensamientos que se tornaron vivos y reales en la materia fina, conjuntamente con los de su igual especie atraídos en el trayecto, regresan a su origen y punto de partida, puesto que, a pesar de su migración, permanecen ligados a éste, para entonces ahí desencadenarse, redimiéndose.

La destrucción alcanzará, por lo tanto, en primer lugar, por ocasión de la última concentración de los efectos ahora esperados, a aquellos que con sus pensamientos e intuiciones fueron los generadores y sustentadores constantes, por lo tanto, los materialistas. Es inevitable que la devastadora fuerza de regreso incluya círculos aún más amplios, alcanzando levemente incluso a especies solamente aproximadamente iguales a estas personas.

En seguida, sin embargo, los seres humanos cumplirán con aquello que es su deber en la Creación. Habrán de ser la argolla, por su facultad de agotar de lo espiritual, es decir, se dejarán conducir por la intuición purificada, transmitiéndola hacia la materia gruesa, hacia lo que es terreno, utilizando entonces el intelecto y las experiencias adquiridas solamente como herramientas, de forma que, contando con todas las cosas terrenas, empleen tales intuiciones puras en la vida grueso-material, con lo que toda la Creación de materia gruesa será constantemente beneficiada y elevada. A través de eso, en los efectos recíprocos, puede también algo más sano refluir de la materia gruesa hacia la materia fina, surgiendo entonces un mundo nuevo, uniforme y armónico. Los seres humanos, sin embargo, se convertirán, en el cumplimiento acertado de su actuación, en los tan deseados seres completos y nobles; pues también ellos, por la sintonización adecuada en la gran obra de la Creación, recibirán fuerzas muy distintas de las que han recibido hasta ahora, que les permitirán intuir permanentemente satisfacción y felicidad.



¡Quien no se esfuerza para comprender bien la Palabra del Señor, se torna culpado! 



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